JAIME VARGAS RAMÍREZ
22-11-10
No me voy a referir al tropel, para salir del país, que parece se está armando por parte de ex funcionarios de Uribe, instigados por él, para tomar las de villadiego antes de cantar ante la justicia colombiana. El primer canario voló a Panamá sin que Fiscalía o Das se inmutaran. La señora Hurtado lo hizo al verse abandonada por su jefe, según cuenta el periodista Daniel Coronell en su columna de Semana.
No, hablo de ese mal crónico en que se convirtió la protesta de los estudiantes de las universidades públicas, ¡el tropel! Distinto a la época en que el estudiantado se movilizaba masivamente tras un propósito loable, con unas ideas claras, con argumentos mínimos que lograban articular a nivel nacional, en pos de sus reivindicaciones. El tropel, según el DRAE es: “(De tropa). Muchedumbre que se mueve en desorden ruidoso. Aceleramiento confuso o desordenado. Conjunto de cosas mal ordenadas o colocadas sin concierto. En la antigua milicia, uno de los trozos o partes en que se dividía el ejército”. Agréguele a esto capuchas y papas explosivas en el país del sagrado corazón.
Nada que ver entonces, con manifestación ordenada de ideas, propuestas, pensamiento crítico y defensa de los intereses tanto de la Universidad pública como de el bienestar de sus estudiantes. La problemática de la educación pública es generada por la política gubernamental que tiende a asfixiarla vía presupuesto para privatizarla y la única forma de impedirlo es poder articular un movimiento nacional de resistencia civil y movilización ciudadana lo que implica organización democrática de la misma. Pero quienes han asumido la iniciativa “organizativa”, hace años ya, son los tropeleros quienes con sus métodos violentos y antidemocráticos impiden la articulación nacional del estudiantado y provocan la reacción represiva del régimen y de contera, con sus acciones, le sirven al proceso privatizador, al que dicen combatir.
La acción violenta produce apatía y miedo en el grueso del estudiantado, lo que se traduce en una perversa forma de aniquilar el movimiento estudiantil amplio y democrático. De tal forma que el aspecto central de la lucha del estudiantado colombiano, que realmente quiera defender la educación pública, pasa por el meridiano de romper o deslindar en la práctica, sin ambigüedad, con la extrema y sus métodos violentos en las universidades.
No olvidemos que la U. pública no es una célula aparte o blindada a las contradicciones nacionales, allí en forma nítida se reflejan también las contradicciones de toda la sociedad (económicas, sociales y políticas) y en Colombia por esa violencia desbordada de las extremas (de izquierda y derecha) entramos en la espiral violenta en que hoy no termina, colocando en la palestra política este fenómeno como principal asunto ha resolver por la sociedad colombiana.
Es conducente entonces que los estudiantes pugnen por formas organizativas democráticas distintas a las empleadas tradicionalmente por los tropeleros, como la famosas “asambleas” donde se toman decisiones por una minoría en desmedro de la mayoría.
En la Universidad de Antioquia, unos de los claustros más afectados por la acción de los violentos, hace rato estudiantes, profesores y directivos están clamando un respiro. Puede ser el inicio del renacer de un verdadero movimiento nacional que exprese genuinamente el querer de la masa estudiantil que quiere formarse para servirle al país generando ideas, crítica y autocrítica en forma civilizada en un territorio que los violentos tratan de copar.
Una verdadera representación estudiantil surgida de formas democráticas, de amplia participación, incluyendo herramientas virtuales, lograría tomar la iniciativa política en el movimiento estudiantil, hoy en manos de la extrema, cuya forma y contenido no apunta a la resolución del problema sino todo lo contrario, lo agrava, y le proporciona al gobierno argumentos mil a favor de la privatización y la represión.
Y no solo argumentos represivos sino argumentos neoliberales muy en boga, que tienden a menoscabar la función de la universidad y convertirla en un Sena. Darío Montoya su director, pescando en río revuelto, ha dicho que “las universidades de Colombia son obsoletas”, para significar que estas deben colocarse al servicio de la empresas nacionales e internacionales para producir mano de obra calificada. Qué para mejorar la calidad de la educación hay “que desbaratar el salón de clases”. No nos equivoquemos, las universidades cerradas por el tropel o cualquier otro motivo contribuyen a esta visión, la visión uribista de la educación pública. (ver artículo de Guillermo Maya en El tiempo, “Universidades obsoletas” Nov. 20)
La espiral de la violencia en Colombia no se detiene aún, pero pudiera ser que desde el Alma Mater, conducido por los estudiantes pacíficos, la mayoría, se iniciara una revolución cultural por la paz y la convivencia nacional, ya que los actores armados no lo van a hacer por voluntad propia. Ingenuo pensar que la paz pueda venir de los actores armados quienes buscan una paz interesada, politizada. No, la paz en la martirizada Colombia debe buscarse alrededor de la capacidad de organización de los los civiles, de los desarmados no solo de “fierros”, sino de espíritu. Debemos crear un espacio ciudadano sin interferencia de los violentos para pensar la paz, para conseguir la paz. Un proceso de paz liderado por los estudiantes y la juventud en general sería un bello sueño. ¡La juventud tiene la palabra!
&&&
(…) “Si en una discusión civilizada me demuestran que el tropel es valioso yo estaría dispuesto a admitir que el tropel tiene un fin si fuera noble, altruista, correcto políticamente, justificable humanamente, y eso podría ayudar a reconocer que hay un buen fin. Por lo pronto y para empezar la discusión yo afirmo que el tropel es una forma muy pobre de protesta, que no deja nada, sólo humo y destrucción de bienes, que le sirve a los grandes enemigos de la universidad y de la democracia para desconocerla o minimizar sus logros y a los egresados como el que menciono, para entender por qué no le reciben su hoja de vida cuando dice que es de la Universidad de Antioquia”. Eufrasio Guzmán Mesa, profesor de la UDEA.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Reconocemos y respetamos la diferencia.
Esperamos que Usted haga lo mismo.