TALLER NACIONAL PROGRESISTA

El 14 de septiembre se llevará a cabo un taller nacional progresista con la idea de debatir la participación del progresismo en la propuesta de integración con el partido Verde y con el movimiento Compromiso Ciudadano, entre otros grupos y sectores.
En la página central de Progresista (http://www.progresistas.co/) encontrarán información complementaria.
El día anterior, jueves 13, se reunirán los jóvenes para analizar su situación dentro del progresismo, y para acercar posiciones sobre el que hacer en estas circunstancias.

PROGRESISTAS

Primer Movimiento Político
de construcción colectiva del siglo XXI

¿QUÉ ES SER PROGRESISTA?

ALGUNOS LO DEFINEN COMO UNA ACTITUD, Y TIENEN RAZÓN. OTROS LO ENTIENDEN COMO UNA CONCEPCIÓN DEL ESTADO, Y TAMBIÉN TIENEN RAZÓN. PERO LOS QUE PERTENECEMOS AL MOVIMIENTO NACIONAL PROGRESISTA SABEMOS QUE ES UNA PROPUESTA POLÍTICA ALTERNATIVA, CUYA DEFINICIÓN ESTÁ EN CONSTRUCCIÓN Y CUYA ORGANIZACIÓN ESTÁ EN PROCESO, Y QUE HA HECHO PRESENCIA EN LA POLÍTICA NACIONAL DESDE HACE MUCHO TIEMPO. (Julián Mejía B.)

Al final del blog encontrarán una propuesta, escrita por Julián Mejía Botero, que de paso recoge otras propuestas y aporta construcciones colectivas hechas en Caldas, y sobre la que podemos seguir buscando consensos. Los invitamos a que la lean y opinen al respecto.

VÍDEO PROGRESISTAS CALDAS

11 de junio de 2009

Las convergencias las pintan calvas

tomado de la página de CARLOS VICENTE DE ROUX
Junio 10 de 2009
El tinglado político y jurídico que requiere la segunda reelección del presidente Uribe –la aprobación del referendo por el Congreso y la Corte Constitucional y la participación de siete millones de votantes– está corriendo el riesgo de venirse abajo, como es de público conocimiento. Eso no implica que los factores de fondo que obran contra la reelección hayan perdido significado. Dichos factores son, entre otros, el derrumbe de la arquitectura republicana del Estado (división de poderes, relevo presidencial periódico…), la crisis de derechos humanos, la alianza del ejecutivo con lo peor de la clase política y las exenciones y privilegios a diversos sectores empresariales, a costa de un desarrollo orientado a la equidad. Esos elementos, vale acotarlo, explican el surgimiento de un uribismo no alvarista, que apoya la seguridad democrática y otras políticas del presidente pero desaprueba la reelección.
Se ha venido configurando, entre tanto, un abanico de precandidatos independientes y del liberalismo que, como los del Polo, comienzan a calificar en las encuestas. Todo esto le abre posibilidades alentadoras al campo no uribista del espectro político, pero a condición de que todas las fuerzas que lo componen converjan en una sola fórmula electoral. La convergencia no es fácil porque ese ámbito tiene muchas vertientes: los pos-uribistas, que no están ni a favor ni en contra del presidente, los antiuribistas tibios, los duros, etc. Y algunas de las figuras más destacadas del campo en cuestión le apuestan a recoger el apoyo del uribismo no alvarista. El Polo accede a ese escenario en una situación compleja. En el 2006, con sus 2.600.000 votos, se convirtió en el centro de atracción de esa inmensa minoría que ha permanecido fiel a los valores del Estado Social de Derecho menoscabados por la gestión presidencial. Pero sus logros fueron esencialmente simbólicos. Ahora, en cambio, el campo no uribista ha crecido, está convirtiéndose en una alternativa de poder y el Polo puede jugar un importante papel allí. Sin embargo, el Polo ha perdido el impulso que tenía como promesa de transformación hace 4 o 5 años, porque no ha estado a la altura de la misma al frente del gobierno de Bogotá. Por fortuna sus dos precandidatos presidenciales, Carlos Gaviria y Gustavo Petro, son hombres de principios y están comprometidos con la administración ética de lo público y la realización de reformas de gran envergadura.Esto no significa que el Polo no pueda formar parte de una amplia coalición democrática. Como ha explicado su presidente, el partido condena la violencia como forma de acción política y reivindica el monopolio de las armas por el Estado. Ni la palabra socialismo ni la supresión de la propiedad privada forman parte de su ideario. Éste gira alrededor de la consolidación del Estado Social de Derecho de la Constitución del 91 y de un modelo económico que busca el crecimiento de la riqueza y, sobre todo, la universalización de los derechos económicos y sociales. Para el PDA la agenda tiene cuatro metas, cada una más exigente que la anterior: impedir la reelección de Uribe; evitar que triunfe cualquier otro candidato ungido por el uribismo o comprometido con el conjunto de sus políticas; participar en un gobierno de coalición que implemente una parte significativa del ideario del propio Polo, y conquistar el poder para poner en práctica la totalidad de ese programa. Si el PDA subestima su fuerza electoral se trazará dentro de esa secuencia de objetivos unos inferiores a sus posibilidades. Si la sobredimensiona dejará de alcanzar metas que, no siendo las más audaces, también tienen importancia. Con todo, cabe una advertencia. Un partido como el Polo difícilmente puede contentarse con ponerle votos al logro de las primeras dos metas de la secuencia, sin incidir en el programa que apliquen quienes lleguen al gobierno. Podría terminar avalando una gestión gubernamental que no solo desconozca del todo la plataforma del PDA sino que atente contra sus principios y valores. Sería quimérico pensar en un triunfo electoral del Polo por fuera de una amplia convergencia. De todos los escenarios el que mejor combina las apuestas de peso con una apreciación realista de las cosas, es el de participar en una coalición que frustre la reelección de Uribe y la de sus políticas e incorpore en su plataforma de gobierno buena parte del ideario del PDA. Ahora bien, se requerirá un arduo trabajo para acordar el perfil programático de la alianza, movilizar sus fuerzas y difundir un mensaje común capaz de seducir al electorado. Para eso no bastan los escasos días que mediarán entre la primera y la segunda vuelta de la elección presidencial. De manera que tanto el programa como el candidato presidencial de la convergencia deben definirse meses antes de los comicios. Gustavo Petro lo ha propuesto así y merece ser apoyado.

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