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Análisis: Por Thomas Scheetz (Economista de Defensa)
El despliegue estadounidense de bases aéreas y marítimas en territorio colombiano es de exclusiva incumbencia colombiana en cuanto responda a la lucha contra el narcoterrorismo interno.
El cuestionamiento del éxito (o no) de esa larga contienda corresponde únicamente a los dos países involucrados cuando se contiene dentro de las fronteras colombianas, aun cuando hubiera sido preferible que los países de la región hubieran apoyado a Colombia cada uno según sus limitadas capacidades.
Pero el emplazamiento del Air Mobility Command (AMC) de la Fuerza Aérea estadounidense en Palanquero es otro asunto que sí debería preocupar -y mucho- a todos los demás países de la región. La naturaleza de la misión del AMC no tiene nada que ver con una guerra antinarcotráfico. Ese Comando existe para “proveer movilidad aérea global”, apoyando la proyección estratégica (es decir, fuera de Colombia) de fuerzas militares estadounidenses, si bien en caso de necesidad puede apoyar misiones humanitarias. Igual argumento fue esgrimido cuando el presidente George W. Bush reactivó la IV Flota bajo el Comando Sur.
Comienza a parecer que Estados Unidos no tendrá una innovadora postura elaborada de largo plazo hacia América Latina. Con esta iniciativa se evidencia que su comprensión de la región sigue siendo escasa y cortoplacista. Es aún más preocupante dados dos factores que están claramente en el horizonte: primero, la creciente demanda extrarregional para recursos naturales encontrados y producidos en la región -cabe mencionar los granos, metales, petróleo y gas-, incluyendo aspectos relacionados con el cambio climático (léase Amazonas y Antártida), entre otros; y segundo, las dudas que surgen respecto a la fragilidad institucional de muchas democracias de la región.
En ese contexto, si bien por diferentes razones, tanto Estados Unidos como algunos estados de la región están echando leña a una creciente carrera armamentista. La incertidumbre, que en un momento de crisis lleva a una falta de confianza, es inherente al sistema de relaciones internacionales. Los estados nunca pueden estar totalmente seguros de las futuras intenciones de sus vecinos. Pero hubiera sido más inteligente de parte de Estados Unidos no incrementar esta incertidumbre, impulsando instituciones multilaterales renovadas y apoyando iniciativas subregionales.
En vez de eso entregan la razón a los que cuestionan sus intenciones “de siempre”. Y con el AMC en Palanquero, Colombia los apoya en vez de hacerles una sugerencia más astuta, que a largo plazo hubiera beneficiado a todos los actores, incluso Colombia y Estados Unidos.
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