En Colombia hemos evolucionado del bipartidismo (solo 2 partidos), al multipartidismo (casi 80 partidos) y hoy estamos en el pluripartidismo (10 partidos).
Hay que revitalizar los partidos, hay que salir de la caricatura de partidos y avanzar hacia verdaderos partidos portadores de proyectos políticos por los cuales los ciudadanos compiten duramente pero no se matan. Así propongo estas pistas para el quehacer de los partidos:
Asumir que la política es la vida de la sociedad. La política tiene en la sociedad tanta importancia como la vida para las personas. Una sociedad donde está enferma la política es una sociedad donde no se garantiza la vida, ni mejora la calidad de vida. Vida y política son las dos realidades más deterioradas hoy en Colombia.
Liberar la capacidad de los ciudadanos, no constreñirla. Los partidos son asociaciones de ciudadanos libres, que piensan y actúan libremente. Los partidos son para estimular, liberar y encauzar la inteligencia y voluntad de ciudadanos y ciudadanas, no para limitarlas.
Equilibrar el papel de los liderazgos y el papel de los colectivos. Los partidos no son montoneras, los liderazgos son indispensables. Pero los proyectos han de pervivir no por los caudillismos que se perpetúan sino por los actores colectivos que soportan el proyecto.
Rescatar el instrumento básico de la política que es la palabra, el diálogo, el debate… Un partido se forma de espacios para el debate y la acción: el debate público y la acción pública sobre los asuntos públicos. Por eso la palabra es clave, en ella reside el arte de convencer y persuadir que es la política.
Mantener el sentido auténtico de las palabras. No poner a circular monedas falsas cambiando perversamente el sentido a las palabras. Desinstalar la mentira y los eufemismos como engañoso recurso seductor de la política. Llamar a las cosas por su nombre.
Dejar jugar a todo el mundo, inclusión total. Todos y todas somos personas sentipensantes, filósofos, ciudadanos, todos y todas somos políticos. Todos tenemos que ver con lo público, nadie es desechable o descartable, los partidos deben facilitar que todos hagan política.
Superar los límites de la representación con participación y deliberación. La política hecha a través de otros tiene inmensas limitaciones. Hay que reducir al máximo la representación y ampliar al máximo la participación directa en lo público.
Separar la política de la corrupción y la violencia. El debate y la gestión de los bienes públicos se malogran cuando se interponen la corrupción y la violencia. Apropiarse de lo público por el dinero, la fuerza o la violación de la ley niega el papel de la política como garante de lo público.
Vincular a los ciudadanos y ciudadanas con su realidad y con el mundo. La política no es para cultivar fanatismos, sino para abrir los ojos, analizar realidades y proponer alternativas.
Contribuir a construir horizontes compartidos. La política es diferencia y pluralidad. Por ello es competencia. Pero no es diferencia irreconciliable hasta el infinito. Es también construcción de marcos de convivencia entre diferentes, es construcción de ideales unificadores.
La política puede tomar caminos de autodestrucción. Ello ocurre cuando alguien decide que el país es viable si acabamos con fulanos, sutanos o menganos. En Colombia ha pasado muchas veces. Hay que dejar la política de los tiempos de la ira y transitar a la política de los tiempos de la concordia. El papel de la política hoy es diseñar, concertar y construir un proyecto incluyente de país.
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