TALLER NACIONAL PROGRESISTA
El 14 de septiembre se llevará a cabo un taller nacional progresista con la idea de debatir la participación del progresismo en la propuesta de integración con el partido Verde y con el movimiento Compromiso Ciudadano, entre otros grupos y sectores.
En la página central de Progresista (http://www.progresistas.co/) encontrarán información complementaria.
El día anterior, jueves 13, se reunirán los jóvenes para analizar su situación dentro del progresismo, y para acercar posiciones sobre el que hacer en estas circunstancias.

¿QUÉ ES SER PROGRESISTA?
ALGUNOS LO DEFINEN COMO UNA ACTITUD, Y TIENEN RAZÓN. OTROS LO ENTIENDEN COMO UNA CONCEPCIÓN DEL ESTADO, Y TAMBIÉN TIENEN RAZÓN. PERO LOS QUE PERTENECEMOS AL MOVIMIENTO NACIONAL PROGRESISTA SABEMOS QUE ES UNA PROPUESTA POLÍTICA ALTERNATIVA, CUYA DEFINICIÓN ESTÁ EN CONSTRUCCIÓN Y CUYA ORGANIZACIÓN ESTÁ EN PROCESO, Y QUE HA HECHO PRESENCIA EN LA POLÍTICA NACIONAL DESDE HACE MUCHO TIEMPO. (Julián Mejía B.)
Al final del blog encontrarán una propuesta, escrita por Julián Mejía Botero, que de paso recoge otras propuestas y aporta construcciones colectivas hechas en Caldas, y sobre la que podemos seguir buscando consensos. Los invitamos a que la lean y opinen al respecto.

16 de enero de 2013
Petro, por ahora
Por Antonio Caballero semana.com
Al permitir la elección minoritaria de Gustavo Petro a la Alcaldía de
Bogotá por no habérsela jugado en serio por uno solo de sus propios candidatos,
las clases dominantes esperaron que él, en agradecimiento, gobernaría con buena
letra, sin exageraciones: ya les había hecho el favor de dividir al Polo, y
creyeron que además se dejaría ayudar, manejar, y tal vez corromper. No
esperaban que viniera a hacer la revolución.
Cuando se puso en esas, se escandalizaron: “¡Nos va a arruinar!” (Las
revoluciones arruinan, en efecto).
Sin
embargo, los proyectos declarados de Petro no eran fácilmente atacables
desde la corrección política de centro que impregna la política
colombiana a la vuelta del péndulo de los ocho años de uribismo. Ni el
agua subvencionada para los estratos bajos, ni la densificación vertical
de la ciudad, ni la traba a la urbanización de la Sabana, ni la
terminación de los contratos privados leoninos en los servicios
públicos. Ni siquiera la proscripción arbitraria de las populares
corridas de toros sobre el argumento, falaz y peligroso, de que los
placeres de las élites conducen a Auschwitz. Petro, con elocuencia
demagógica (casi todas las elocuencias lo son) y populista (ídem), no se
presentaba como un alcalde eficaz, sino como el adalid de los pobres.
Equidad, justicia social: otro tanto proclaman el presidente Santos y
sus ministros de Hacienda. Los recicladores, los pobres caballitos, las
niñas y los niños, los toritos muertos, su propia perrita Bacatá
recogida de la calle: la política del Amor: ¿quién se va a oponer a
tanta belleza? Por eso, ante la más leve crítica, Petro puede mostrarse
como un perseguido político empujado hacia el cadalso. Así, sus
enemigos (que los tiene, por supuesto, aunque no lo sean por mafiosos y
corruptos, como asegura él) se ven maniatados para atacar su políticas y
solo pueden criticar sus métodos. El despotismo: es un tirano. Y la
incompetencia: no es un administrador.
Sobre
el despotismo, de acuerdo. Ese es su talante. Quien lo definió como
déspota fue uno de la docena de cercanos colaboradores que en solo un
año se le han ido: secretarios, consejeros, gerentes de empresas
públicas, mientras la ciudad se atasca y se desbarata al grado de sus
caprichos de emperador romano: tranvías, metros pesados o livianos,
teleféricos, TransMilenios, colegios por concesión o sin ella, basuras,
renovación de contratos, improvisaciones, ocurrencias. Y su tendencia a
gobernar su grey por Twitter, como el papa Ratzinger, que rezuma
desprecio hacia la inteligencia de sus gobernados: en 140 letras no cabe
ni siquiera la publicidad.
En cuanto a la
incompetencia gubernativa de Petro, hay que reconocer que salta a la
vista. Pero él no vino a la Alcaldía para ejercer el cargo de una manera
neutral y aséptica, como un ejecutivo eficiente con capacidad gerencial
medida en términos de lucro capitalista. Vino a hacer política, y, más
exactamente, agitación política. Para eso sus instrumentos son, como
dije más atrás, la demagogia y el populismo asistencialista, para
excitar con ellos la lucha de clases; o más bien –pues estamos en
Bogotá– de estratos: con el estrato cero de los zorreros recicladores de
basuras como fuerza de choque, tal como puedo verse la noche de la
encerrona en las oficinas del acueducto ante Gina Parody. Petro, apóstol
de los humildes y, tal como él mismo se define, “altivo ante los
poderosos”, no busca la conciliación ni la colaboración, llevando las
contradicciones a su extremo, hasta la ruptura. O al revés, como en el
episodio de las basuras, al “paso atrás” que reconoció cuando tuvo que
renegociar los contratos con los mismo operadores privados que había
denunciado como mafiosos y abusadores. Pero al paso atrás, en su
retórica, le sumó “veinte pasos adelante”: diez veces mejor que Lenin en
sus tiempos. Solo que a Petro le falta la herramienta esencial que tuvo
Lenin: un partido. Destruyó lo que quedaba del Polo, y su ala de
‘progresistas’ es una pequeña montonera.
Es
posible que esos dos instrumentos de la demagogia y el populismo,
financiados por los contribuyentes bogotanos, terminen por darle a Petro
la base política necesaria para lanzarse a la Presidencia, como muchos
temen: los mismos que le critican el no ser un alcalde serio sino un
alcalde populista y demagogo. Pero eso es lo que él desea, y esos son
los instrumentos que ha escogido. Por eso, vista desde su propio ángulo,
la búsqueda de firmas para una revocatoria que se ha emprendido contra
él no puede sino favorecerlo: lo señala de nuevo como la víctima de las
oligarquías (o, ya que estamos en Bogotá, de los estratos cinco y seis).