En otro estadio Luis Alfonso Hoyos, fundamentalista y rezandero, hacía de las suyas en el parlamento. Cometió, como legislador, una bribonada criminal y por eso, el Consejo de Estado, en decisión unánime, sentenció que Hoyos jamás podrá retornar al Congreso.
Estos dos políticos convirtieron a Pensilvania en el vaticano del uribismo colombiano. Ambos, en una coyuntura histórica milagrosamente excepcional, manejaron a su talante todo el dinero de Colombia. Tuvieron la oportunidad de transformar este departamento. Pero burlescamente su gran faena consistió en hacer trasladar pobres campesinos de su provincia a lejanas zonas calientes para arrancar amapola, actividad que dejó muertos, inválidos por la capacidad destructiva de las minas quiebrapatas, viudas y huérfanos desprotegidos. Uribe engañó a esos compatriotas al prometerles vivienda como resarcimiento de las fatales secuelas. Nadie recibió beneficio alguno. Podría imaginarse que, al menos, por la eficacia de Hoyos y Zuluaga, muy cercanos afectivamente al corazón del señor expresidente, el Oriente de Caldas iba a tener magníficas carreteras. Negativo. Solo la Secretaría de Movilidad del departamento al mando de Amparo Sánchez Londoño, avanza, aún hoy, en la pavimentación de todas las vías de esta región.
El conservatismo de Caldas, en estas elecciones, escaló la rectoría de muy importantes poblaciones. En La Merced, Rubén Darío Castaño, en Neira, Cristina Otálvaro, en Samaná, Wílder Escobar, en Marquetalia, Luisandro Giraldo, en Manzanares, Darío Ramírez, en Pensilvania, Jairo Antonio Ríos, en Marulanda, Mauricio Restrepo, en Anserma, Jorge Iván Duque, en Belalcázar, Rogelio Pineda, en San José, Héctor Alfonso Montes. Estos baluartes se han convertido en bastiones de una derecha remozada. Además, con nuestra contribución se conquistaron las alcaldías de Salamina, Viterbo, Chinchiná, Villamaría, Palestina, Victoria y La Dorada. Finalmente, coronamos la ruta victoriosa con la escogencia de Guido Echeverri como Gobernador, personaje eximio, de muy calificada alcurnia intelectual.
El rechazo progresivo que va teniendo en la opinión el señor Uribe tiene una explicación: la suya fue la administración más corrupta en la ya larga historia de Colombia. Mantuvo como ministros a dos malhechores, nombró en la diplomacia a homicidas, las tres cuartas partes de sus gobernadores están en los presidios, unos por asesinos, otros por estafadores, varios por los atracos a los caudales públicos destinados a la salud y la educación para ser entregados a la subversión. Muchos de sus parlamentarios han sido condenados por sus contubernios con la mafia, los paramilitares y la guerrilla. La Secretaría del Palacio Presidencial y su dirección jurídica, fueron transformadas en pocilgas del crimen. A la Casa de Bolívar ingresaron de noche los pícaros para planear actividades deshonestas contra la justicia. A la directora nacional del Das, Uribe le buscó a las volandas asilo en Panamá, temeroso de que develara los secretos de la impúdica Gestapo organizada desde el recinto presidencial. Fueron escandalosos los negociados de los hijos del ejecutivo. Abominable el montaje de Agro Ingreso Seguro para escamotearle a los campesinos, en beneficio de los tragones potentados, como ocurrió en Caldas, los dineros destinados al fomento de la agricultura. Horroroso el desangre venal del circulante en la DIAN, cercana dependencia del Ministerio de Hacienda. Monstruosos los falsos positivos. Infame la persecución a los magistrados de las altas Cortes manipulada desde los aposentos del alto gobierno. Este asqueroso rosario de tropelías fue tachonado con un cinismo inmoral que acostumbró al país a cohabitar con la carroña.
Poco a poco los colombianos reaccionan contra esa horrenda noche que sirvió para urdir una desvergonzada cátedra de delincuencia. Así lo acabamos de comprobar con la muenda ejemplar que se le acaba de inferir a nuestro anacrónico Virrey.
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